viernes, 27 de enero de 2012

Clase # 4


2.1.2. Características del signo

Existen muchos criterios respecto a las características generales de los signos. Las que más comúnmente se les concede son:
·         Convencional
·         Institucional
·         Motivado
·         Arbitrario
·         Histórico
El signo es convencional. Es producto de una convención, de un ponerse de acuerdo entre los sujetos que lo utilizan. Por ejemplo, en Guatemala establecimos la convención de decir “regáleme un jugo”, cuando vamos ala tienda de la esquina a comprar el citado producto. Por ello, el carácter convencional del signo exige que este deba ser socialmente compartido para cumplir su función comunicativa. Si decimos esa frase en Venezuela, probablemente se rían de nosotros.  
Para ser válido, debe ser compartido por emisor y receptor. Cabe aclarar que, en la práctica, ambos sujetos pueden estar representados por la misma persona. Es el caso de los diarios íntimos, en donde el autor crea sus propios códigos. Pero aún en estos casos, el propio autor se tiene que poner de acuerdo consigo mismo para establecer el valor de los signos que está creando.
Cuando el signo no es producto de una convención, deja de serlo, ya que deja de servir como medio para comunicar. Por ejemplo, hace muchos años pedí un licuado en una ciudad mexicana. La señorita dependiente me preguntó con amabilidad “¿quiere popote?” y yo le contesté “Échele un poquito, por favor”. Yo no conocía la convención establecida en México de llamar “popote” a lo que en Guatemala llamamos “pajilla”. Al no participar de la misma convención, el proceso de comunicación no fue efectivo.
Existen signos en los cuales no pareciera existir convención alguna. Por ejemplo, cuando se dibuja algún animal espontáneamente. Ese dibujo está compuesto por signos y pareciera no obedecer a ninguna convención. Sin embargo, la cultura en la que se encuentre el dibujante le condiciona para realizar los dibujos. Las personas “aprenden” a representar las cosas de una u otra manera y ello se refleja en el dibujo. Lo mismo podría pensarse de una fotografía. Aparentemente, las fotos son espontáneas y no obedecen más que al objeto mismo fotografiado. Sin embargo, tampoco es así. Por ejemplo, si una persona quiere fotografiar una iglesia, seguramente va a buscar un ángulo en donde se vea la fachada u otra parte del edificio que la cultura le asigne a una iglesia: la cruz, la bóveda, etc. Por ello, incluso una fotografía obedece a una convención[1]. El caso de las onomatopeyas es similar. Cuando queremos representar el ladrido de un perro pareciera que solo imitamos el sonido que los animales emiten: “guau-guau-guau”. Sin embargo, también esa aparente imitación es cultural y obedece a convenciones. Como muestra de ello, veamos cuántas formas distintas de representar el ladrido existen: woof, woof; bau, bau; rao, rao; ouah, ouah, fab, fab; etcétera. (cada una de ellas en un idioma distinto).
Descripción: [Dogs_16C.gif]
(Tomado de El mundo de las lenguas y de las nuevas (o no tan nuevas) tecnologías.
Capturado el 26/01/2012
No todas las convenciones son iguales. Existen signos fuertemente convencionalizados, aceptados por una gran cantidad de usuarios y con un significado unívoco; la relación entre significado y significante es estable. Por ejemplo, los signos matemáticos (+, -, x). Estos, como la mayoría de signos empleados por las diferentes ciencias, obedecen a una convención muy fuerte. En este grupo podrían ubicarse las palabras del nivel “estándar” de una lengua. Por ejemplo, en español, las palabras perro, niño, árbol, etcétera. En el lado opuesto se encuentran los signos con una convención muy débil, por lo que la relación entre significante y significado también lo es. Por ejemplo, una sonrisa, cuando se le asume como significante del significado “aprobación”. Existe una convención social en nuestra cultura por medio de la cual una sonrisa es signo de aprobación. Sin embargo, en muchas situaciones específicas dudamos si una sonrisa en particular nos está significando aprobación, burla, indiferencia, etc. Ello se debe a que la convención es débil. En la lengua, el ejemplo más típico de convención débil es el de las palabras apocopadas con las que solemos nombrar a nuestros familiares más cercanos. Por ejemplo, a mi hija (Isabel) a veces le llamamos “chigor”. El sonido no tiene relación alguna con su nombre, pero hemos creado esa convención que solo es válida para los miembros de mi familia.
Las palabras del lenguaje cotidiano presentan una convención intermedia. De ello se valen los poetas para crear una gran cantidad de imágenes o metáforas; gracias a que las palabras poseen la polisemia (con una palabra se pueden expresar muchos significados) y la sinonimia (un mismo significado se puede expresar con varias palabras). Lo anterior significa que con los signos lingüísticos se pueden establecer muchas relaciones significante-significado.
El signo es institucional. Ya vimos que, según sea la convención, los signos solo existen para un determinado número de usuarios. Entendemos “institución” como un grupo de personas (o una sola) que tiene cierta cohesión u organización. Por ejemplo, la sociedad guatemalteca es una institución. También lo es una persona solitaria que crea sus propios signos para comunicarse consigo mismo.
Existen instituciones sólidas, cuya conformación obedece a reglas bien pautadas. En ellas, los signos utilizados poseen una convención fuerte. Por ejemplo, en Guatemala, las “maras” son instituciones cuyos signos son fuertemente convencionales. Con ello se garantizan exclusividad en sus signos. También las diferentes ciencias, que crean sus propios signos unívocos: las matemáticas, medicina, lógica, etc. Todas las ciencias crean sus códigos exclusivos para garantizar que la relación significante – significado sea estable y no se preste a equívocos.
Podemos observar, por ejemplo, que las matemáticas tienen signos muy fuertes. Otras instituciones, en cambio, son débiles o carecen de una cohesión interna sólida, por lo que sus signos también son poco convencionalizados. Por ejemplo, un grupo de personas que se reúne en torno a un hecho fortuito y que crea signos espontáneos. Imaginemos la reunión de dos niños en el aeropuerto: uno chino y uno guatemalteco. Crean signos muy elementales, como señas, movimientos, gestos; que solo les sirven a ellos en esos momentos y que se olvidan pasado el encuentro casual.
Fuera de su sociedad o grupo que establece su convención, los signos dejan de serlo. No es correcto decir, por ejemplo, que el humo es el “signo” natural del fuego; en todo caso, es su consecuencia o una de sus partes. El humo podrá ser considerado como “signo” si una institución (que puede estar formada por una sola persona, como en la historia de la mujer perdida) lo convierte en tal. Esto significa que el signo es válido solo para determinada institución social,  es decir, para determinado grupo, sociedad o cultura. Un signo nunca tiene validez universal. Su alcance es limitado a la institución en donde, por convención, fue aceptado. 
El ejemplo clave en este caso son los diferentes idiomas. Así, la palabra casa significa, más o menos, lugar para vivir, pero solo para los hispanohablantes. Es casi seguro que para algún sudafricano esos mismos sonidos o letras no signifiquen nada o signifiquen otra cosa.
No existe signo que sea válido para todas las personas, para todas las instituciones. Aunque se pueda pensar, por ejemplo, que el semáforo es válido tanto en Guatemala como en Pekín, seguramente si el miembro de una tribu africana llega a una ciudad, no sabrá el significado de este aparato. Por ello, no podemos decir que el semáforo sea un signo universal.
El signo es arbitrario. No existe relación necesaria entre significado y significante. El significante león no tiene ninguna relación directa con la idea mamífero carnívoro que vive en la selva. La relación se la otorga una convención, un grupo de personas, una sociedad. Por ello, esa misma idea (mamífero carnívoro que vive en la selva) puede ser expresada con otras palabras, con una fotografía, con un dibujo. De igual manera, el significante león, puede tener otros significados en determinadas circunstancias.
Es conveniente insistir en el concepto “arbitrario”. En una forma sencilla podemos decir que arbitrariedad significa:
·         Que para transmitir un significado no existe solo un significante. Por ejemplo, para transmitir el significado “presidente de la República de Guatemala de 1986 a 1990” no solo puede hacerse con el significante “Vinicio Cerezo”. También se puede con una fotografía, una estatua, o con el pronombre “usted” si se está conversando con dicha persona.
·         Que para un significante no existe necesariamente un significado. Un mismo significante puede referirnos a distintos significados, según el contexto donde se encuentre. La fotografía de un marero (significante) puede “significar”, por ejemplo, “peligro” para una persona que tiene una imagen negativa de estos grupos marginales. Puede significar “necesidad de comprensión” para quien trabaje en una institución que se encargue de desarrollar proyectos de ayuda a dichos grupos; también puede significar “el amor de mi vida” para la novia del joven retratado.
     En consecuencia, por ejemplo, un retrato no es arbitrario porque no exista relación entre la imagen y el rostro de la persona retratada. Por ejemplo, un autorretrato de Frida Kahlo no es arbitrario porque no se parezca el retrato al rostro que lo motivó; o porque su autora lo haya pintado de una u otra manera. Sabemos que la propia Frida se hizo muchas representaciones pictóricas en las cuales resalta distintos rasgos de su personalidad. Cualquiera de sus retratos es arbitrario porque para transmitir la idea (el significado), por ejemplo “Frida Kahlo tiene roto el corazón” no necesariamente tenía que hacerse por medio de un retrato específico. Ella podría haber expresado el mismo significado por medio de otros significantes; por ejemplo, con un poema, una carta, un retrato distinto, una estatua, etc.
La arbitrariedad es fundamental para la evolución de los diferentes lenguajes ya que permite que los signos se vayan adaptando a las necesidades comunicativas de la sociedad. A veces, un signo nace para significar una idea, pero esta se transforma con el tiempo. Aunque se sigue usando el mismo significante, el significado ha variado. Por ejemplo, la palabra psicología surgió para identificar el estudio del alma. En ese tiempo, así se concebía a esta ciencia. Actualmente, se sigue llamando igual a la disciplina, pero ya no estudia el alma sino la conducta humana.
Así pasa con todos los signos. Debido a que existe una relación arbitraria entre significante y significado, el ser humano puede crear cualquier signo. Por ejemplo, la palabra ratón dejó de ser significante solo de un mamífero roedor gracias a que al mundo de la informática se le ocurrió bautizar con ese nombre al aparato que sirve para mover el cursor en las computadoras. Otro ejemplo relativo a la arbitrariedad del signo es el retrato de Jesús. Este significante ha evolucionado a lo largo de los siglos. De esa manera, sería difícil establecer los rasgos físicos del ser humano histórico que fue Jesucristo por medio de sus retratos. Hay retratos incluso contradictorios entre sí. Umberto Eco cita el ejemplo del dibujo (significante) con que se conoce al rinoceronte. Este semiólogo se dio a la tarea de investigar cómo se había dibujado a ese animal a lo largo de los siglos y descubrió que ha ido cambiando. Aunque las características físicas de este cuadrúpedo no han evolucionado, su signo (dibujo) sí.
Otra característica del signo es la motivación. Todo signo, para constituirse, requiere de una motivación por parte de la institución o persona que lo genera. La motivación es como la fuerza que conduce a los individuos a establecer una relación arbitraria entre un significante y un significado. Por ejemplo, cuando una pareja decide poner nombre a su hijo, busca una motivación: el nombre de algún familiar querido, un artista o persona influyente, el santo que aparece en el almanaque, etcétera. Esa motivación no debe confundirse con la falta de arbitrariedad: que le llamen Pedro o Juan es arbitrario; pero esa arbitrariedad fue motivada por algún elemento emocional.
Por ejemplo, cuando algún grupo o persona decidió llamar “rieles” a los zapatos, tuvo como motivación la comparación entre el deslizamiento de un tren y los pasos de una persona. Igual pasó con la palabra “ratón”. Quien la creó se motivó en algún parecido físico entre el animal roedor y el aparatito de las computadoras. Pero eso no significa que esos signos dejen de ser arbitrarios. Por ejemplo, al “ratón” de las computadoras bien le pudieron poner “tepocate” o “esperma”. El ponerle “ratón” fue una decisión arbitraria, motivada por el parecido entre ambos objetos.
El signo es histórico. Su valor está determinado por las circunstancias en que se realiza el proceso de comunicación. Esto significa, además, que el signo no tiene un valor preestablecido e inmutable. Más bien, adquiere el valor que las circunstancias y la praxis le confieren. De ahí que para conocer el significado de un signo tengamos que conocer su contexto. Lo histórico del signo también se refiere a su permanente evolución. La relación significante – significado nunca es estática. Cambia siempre de persona a persona. De lugar a lugar y de tiempo a tiempo. Por ejemplo, el retrato del legendario guerrillero Ernesto Che Guevara: en las décadas de los setenta y ochenta, portar dicho signo en una playera significaba el apoyo a los movimientos revolucionarios latinoamericanos. Hoy, portar una playera con dicho signo significa solo esnobismo. Entonces, la relación significante – significado ha evolucionado de acuerdo con la evolución misma de la sociedad. Lo mismo sucede con la palabra “revolución”, asociada en décadas pasadas a cambios profundos y estructurales en la sociedad; hoy, suele usarse más en contextos empresariales como signo justamente de lo contrario: de la consolidación del sistema gracias a las transformaciones internas.


[1] Para mayor información al respecto se puede consultar Eco (2000), Eco (1997) y mi documento de apoyo a la docencia La imagen como fenómeno semiótico.

2 comentarios:

  1. Lic. tengo una duda, es a cerca de la arbitrariedad del signo, es que la verdad no entendí ese punto, osea que es arbitrario porque nosotros damos el significado o porque un significante puede tener varios significados y viceversa?

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    1. La segunda opción es la correcta: la arbitrariedad significa que no existe un solo significante para un significado determinado ni a la inversa: no existe un solo significado para un significate determinado.En clase explico esto más detenidamente.

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