¿Por qué un curso de
lingüística teórica en el 7º semestre de la licenciatura en ciencias de la
comunicación? La respuesta resulta obvia: la forma de comunicación más
efectiva, económica, versátil y completa es la lingüística. El estudio de esta
ciencia permite comprender los mecanismos que el ser humano utiliza para
comunicarse de la forma más efectiva. Con ello, se comprende también la esencia
del ser humano, como veremos adelante.
Sin embargo, debemos
escapar de esa visión pragmática-tecnocrática que pretende lograr una utilidad
inmediata en cada acción. Ninguna ciencia tiene una aplicación práctica,
inmediata. Ello es característico de las técnicas, no de las ciencias. Toda
ciencia es descriptiva y, en principio, busca la producción de nuevos
conocimientos. Su aplicación es, siempre, mediata: a partir de sus
descubrimientos, desarrolla técnicas y son estas las que finalmente se aplican
en la resolución de problemas concretos.
Así es que el estudio
de la lingüística teórica, como el de la filosofía o la lógica, no reporta
beneficios inmediatos. Pero, sienta las bases indispensables para el desarrollo
intelectual ulterior del profesional de la comunicación.
Veamos: como se sabe,
el lenguaje es el vehículo del pensamiento. El desarrollo de ambos es
interdependiente: a mayor desarrollo lingüístico, mayor desarrollo intelectual.
El mejor canal para manifestar y comunicar las ideas es el que ofrece la
lengua. De ahí que conocer cómo funcionan las lenguas (en el nivel teórico, no
en el práctico) es una herramienta clave para comprender cómo se desarrolla el
mundo intelectual.
Como es fácil deducir,
muchas de las leyes que la lingüística descubre son válidas para todos los
sistemas simbólicos que utilizamos para la comunicación. El descubrimiento de
las estructuras lingüísticas llevado a cabo por Saussure, Hjemslev y otros,
permitió a los antropólogos explicar muchas estructuras sociales presentes en
diversas comunidades. La teoría de la competencia lingüística es la piedra
angular para el abandono de las visiones positivistas en la educación y el
florecimiento del llamado constructivismo pedagógico. Los conocimientos de la
sintaxis gramatical han sido extrapolados a la sintaxis narrativa en el cine,
para estructurar los noticieros, las secuencias radiofónicas, etcétera.
1.3. La
comunicación lingüística
Dado que la
función primordial de la lengua es la de la comunicación, es necesario
detenernos en algunos aspectos específicos de esta. Las siguientes páginas
fueron tomadas de mi texto Comunicación,
semiología del mensaje oculto (Velásquez:2011), aunque le hice algunas
adaptaciones para hacerlas congruentes con los objetivos de este curso de
lingüística.
1.3.1. Un acto humano
La
comunicación es exclusiva del ser humano. La idiosincrasia popular suele
asignar a los animales la capacidad de comunicarse. Se habla del lenguaje de
las abejas, del lenguaje de los chimpancés, etcétera. El “amor” que alguien
siente por su mascota le hace jurar que esta se comunica. Hay quienes hasta se
aventuran a afirmar categóricamente que existe un lenguaje de las abejas, de
los chimpancé y hasta de las flores. Sin embargo, esos usos de la palabra son
equívocos o en el mejor de los casos, metafóricos. Un rasgo esencial de la
comunicación es el que es un proceso en el que se utilizan signos convencionales.
Como veremos adelante, las señales que emiten los animales son simples reflejos
condicionados. Ellos, más que comunicarse con intención, solo reaccionan
instintivamente a condicionamientos externos.
Los seres
humanos, en cambio, somos capaces de construir un mundo “paralelo” o
independiente del mundo real. Como animales, poseemos instintos que condicionan
muchos de nuestros actos. Sin embargo, justamente lo que nos diferencia del
resto de animales es la capacidad racional. Gracias a la razón, somos capaces
de convertir las experiencias y sensaciones en conceptos abstractos. Estos se
presentan ante nosotros en forma de palabras o signos de diversa naturaleza.
Por ello, en un sentido estricto, la comunicación es un acto exclusivamente
humano.
Etimológicamente,
comunicar significa poner en común. Ello
alude a que dos seres comparten algo. De ahí que toda comunicación exija interacción
entre los sujetos que se comunican y la posibilidad real de intercambiar los
papeles de emisor y receptor. Greimas (1990) define la comunicación de la
siguiente manera:
Las actividades humanas, en su conjunto, son
generalmente consideradas como desarrollándose sobre dos ejes principales: el
de la acción sobre las cosas, mediante la cual el hombre transforma la naturaleza,
y el de la acción sobre otros hombres, creadora de las relaciones
intersubjetivas que fundamentan la sociedad. Este es el eje de la comunicación (l990:73). Según lo anterior,
siempre que existe comunicación, las personas actúan sobre otros seres humanos
e influyen en su forma de ser, de actuar o de ver el mundo. Por ello, cuando se
utiliza mal, la comunicación puede convertirse en un instrumento de dominación
y manipulación. En cambio, cuando se asume como un hecho humano y social, la
comunicación posibilita el desarrollo mutuo entre los interlocutores.
De acuerdo
con Greimas, la comunicación se da necesariamente entre dos sujetos (que pueden
estar representados por la misma persona o por muchas personas a la vez) que
transmiten valoraciones del mundo o de los objetos que los rodean. Por lo
tanto, provoca que los seres humanos se hagan, se modifiquen mientras
experimentan un acto de comunicación. Es decir, es el acto mediante el cual los
individuos conforman su ser y su universo de valores. Al respecto, Habermas
(2002) plantea que la comunicación no solo ocurre por medio del lenguaje sino
que las acciones mismas son manifestaciones de comunicación; es decir, en todas
las interacciones con otras personas nos comunicamos.
Habermas
(2002) plantea que todas las estructuras sociales se fundamentan en actos
comunicativos y que estos tienen una naturaleza social. Sin embargo, cuando la
comunicación se asume como un acto individual, se utiliza para lograr fines
personales y se desnaturaliza su esencia social y humana. Desafortunadamente,
esta comunicación es la que más se vive en nuestra sociedad. Una serie de
factores le impiden desarrollar la conciencia del humano como ser de naturaleza
social. Por ejemplo, el sistema competitivo por lo común obliga a ver en las demás
personas a potenciales competidores.
En síntesis
podríamos definir la comunicación como un acto humano en el cual dos o más
personas comparten y participan de un mismo conocimiento de forma horizontal y
con la disposición para el diálogo y la superación mutua. Esta definición deja
fuera los procesos informativos en los cuales una persona utiliza el contacto
con otra u otras para imponer sus intereses o puntos de vista.
1.3.2.
Los códigos lingüísticos
Como en este curso nos interesa particularmente la comunicación
lingüística, debemos tener claro que la lengua es un código, como lo son las
señas, las imágenes, etcétera. Por ello, nos detenemos también en explicar qué
son los códigos para, posteriormente, entrar a conocer lo específico del código
lingüístico. Los siguientes párrafos fueron tomados de mi texto Teoría de la mentira (Velásquez, 2009),
con las adaptaciones pertinentes.
Siempre que nos comunicamos, utilizamos signos; pero estos carecen de
sentido si no se les ubica dentro de un conjunto al que pertenecen. Por
ejemplo, una luz roja no nos dice nada en sí misma. Necesitamos ubicarla dentro
de un código para asignarle algún significado. Si la vemos acompañada de verde
y amarillo, significará “deténgase”,
según el código del semáforo. En cambio, si la vemos en la ventana de una casa
de barrio, un sábado por la noche, seguramente pensaremos que en ese lugar venden tamales. El valor del signo,
entonces, solo existe si se le ubica en su código. Según Niño Rojas los códigos son “(…) conjuntos organizados de signos, regidos por reglas para la
emisión y recepción de mensajes (…)” (2002:56). Eso significa que los
códigos, además de agrupar diferentes signos, los ordenan de acuerdo con
determinadas reglas.
El código más
complejo y útil es el lingüístico. Semiólogos como Roland Barthes califican al
lenguaje articulado como una especie de molde generador de todos los códigos
que el ser humano crea. Por ello, la mayoría de autores clasifica los códigos
de acuerdo con su relación con el lingüístico. Según Guiraud, existen tres
categorías de códigos: lingüísticos, paralingüísticos y extralingüísticos.
Se llama códigos lingüísticos a las lenguas o
idiomas con las que todas las personas del mundo se comunican. También se le
llama lenguaje verbal, fónico, articulado, etc. Incluso, por antonomasia muchas
veces se le conoce simplemente como lenguaje. Por otra parte, los códigos
lingüísticos son llamados también lenguajes naturales puesto que cada ser
humano aprende naturalmente uno, el que su comunidad utiliza. Por ello, son de
naturaleza fónica: son hablados, emitiendo sonidos. La escritura de los mismos
no es más que un sustituto o relevo, como veremos a continuación.
Los códigos
paralingüísticos, de acuerdo con Niño Rojas, “Son sistemas de signos que operan en estrecha relación con el lenguaje
verbal, al cual apoyan, complementan o sustituyen en los procesos de
comunicación.” (2002:58) Existe siempre una relación entre estos y el
lenguaje articulado ya que sirven directamente a él. Por ejemplo, el movimiento
de las manos cuando se habla sirve para reforzar lo dicho; los jeroglíficos
intentaban traducir al lenguaje verbal, etc. Pierre Guiraud subdivide los
códigos paralingüísticos en tres categorías, de acuerdo con su función. Son relevos, cuando representan los signos
de una lengua de forma distinta a los sonidos expresados por la voz humana. Por
ejemplo, el alfabeto escrito representa los fonemas de la lengua. Son sustitutos cuando sustituyen al
lenguaje, aunque guardando una relación directa con él. Por ejemplo, los
códigos ideográficos, que representan oraciones o ideas completas por medio de
dibujos. Los códigos auxiliares
sirven para apoyar el lenguaje, enriqueciéndolo o ampliándolo. Por ejemplo,
cuando una persona platica con otra, apoya sus palabras con movimientos de
manos, gestos, aproximaciones, tonos de voz, etc. Dentro de estos auxiliares
están los códigos proxémico y kinésico, la voz, la entonación, la expresión
corporal, etc.
Los códigos extralingüísticos son aquellos
que no guardan relación con el lenguaje verbal. Tienen sus propios signos y sus
propios medios expresivos. Por ejemplo, una caricatura puede decir infinidad de
cosas sin acudir a las palabras. Pierre Guiraud señala tres categorías dentro
de esta clase: lógicos, sociales y estéticos. Códigos lógicos son los creados por las distintas ciencias o
disciplinas para crear mensajes objetivos que solo posean un significado. Por
ejemplo, en las matemáticas se emplean signos como +, -, %. Los códigos sociales son aquellos que se
practican cotidianamente en una determinada cultura: la forma de saludarse, las
ceremonias, etc. Códigos estéticos
son lenguajes por medio de los cuales las personas (los artistas) expresan su
forma de ver el mundo de una manera particular.
De todas las formas con las
que el ser humano puede comunicarse, la lingüística es la más efectiva y
económica. Basta combinar unos cuantos sonidos para crear cualquier mensaje y
construir cualquier idea. Prada Oropeza señala que la
lengua “(…) es, precisamente, una de las puertas de ‘entrada’ del hombre a su
condición de tal, es decir, a su ser social y a su cultura(…)”. (1999,29).
Se puede afirmar que el nivel de desarrollo
intelectual de una persona encuentra su mejor reflejo en el grado del dominio
de la lengua. Los conceptos que almacenamos en nuestra mente se guardan en
forma de palabras o de ideas que pueden ser traducidas a palabras.
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